Uno de esos rincones especiales, sórdida en sus pasos, se descubre esta calleja a través de un zigzagueo con embrujo y con señoriales paredes de airosas ventanas, sorprende una pequeña plaza, con su fuente que canta a la Virgen de la Luna y el arco que engalana la entrada o la salida de la gran Muralla, vigilada de reojo por Averroes.
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